Ahora más del 70% de la población se encuentra contagiada (inmunidad de rebaño).
La política sanitaria que ya causó 80 mil muertes y nos acerca al millón de contagios, y que es responsabilidad única del gobierno y del modelo económico que defiende, es disfrazada con una campaña centrada en seguir culpando a la población.
Con una campaña orientada a culpar a la gente de la propagación del virus, y que utiliza hechos aislados que los medios magnifican como el caso de la discoteca de Los Olivos donde fallecieron 13 jóvenes, el gobierno sigue disfrazando su política sanitaria de masacre de la población pobre y trabajadora y de resguardo de los negocios capitalistas. En el caso de la discoteca de Los Olivos, es usada además para denigrar a los jóvenes que en realidad fueron víctimas de la brutalidad policial.
La expansión del virus y la inmensa estela de enfermos y fallecidos que está dejando, no ha cedido un solo minuto desde que hizo su aparición a inicios del mes de marzo, y en todo momento la única verdad que ha saltado a la vista es la responsabilidad del gobierno en su propagación y agravamiento.
En la primera etapa, con cuarentena, el virus se expande porque el gobierno no controla los puntos de aglomeración (mercados, transporte público y bancos), y porque fuerza a la mayoría de pobres y de despedidos a salir a la calle al negarles un ingreso mínimo para que se queden en casa. En el segundo momento la ola se desata por la apertura económica, la que se inicia en mayo y se extiende en junio y julio, lanzada de manera torpe y con protocolos ablandados y sin fiscalización, alentando el contagio masivo en los lugares de trabajo y reprimiendo con saña a los obreros que protestan en defensa de sus vidas, como en Marsa. Así, escalan los contagios y las muertes hasta mediados de agosto, mientras en el otro lado los negocios vuelven a florecer.
«La OMS dice que la letalidad del virus es de 0.6%. A partir de aquí cuando su letalidad llega a 4% o más como es el caso de Perú que llega a tener la tasa de muertes más alta del mundo, es por falta de atención».
La publicidad oficial que culpa a la gente tiene otro sesgo falso: azuza el miedo. El miedo como herramienta de presión no funciona dicen muchos especialistas, y más en la pandemia alimenta el pánico; del pánico a la muerte no hay más que unos pasos como sucede con la gente que por desesperación se automedica agravando su situación, o de algunos que hasta llegaron al suicidio.
La OMS dice que la letalidad del virus es de 0.6%. A partir de aquí cuando su letalidad llega a 4% o más como es el caso de Perú que llega a tener la tasa de muertes más alta del mundo, es por falta de atención. Es decir, más que el virus mata la desidia de las autoridades que no proveen de oxígeno, camas UCI, pruebas moleculares para un diagnóstico correcto y una atención oportuna. Mata la falta de un sistema de atención primaria, la pobre protección del personal de salud y hasta la pobreza en la que se ha hundido a millones. Y todo esto es por responsabilidad del gobierno que se corre ante los gritos de la gente que pide auxilio, que desoye a los especialistas, que asigna recursos con gotero mientras vuelca enorme “ayuda” a los grandes empresarios, que miente y oculta información.
El resultado de esta política está a la vista del mundo entero: el Perú es el quinto país con más contagiados, es –repetimos– el primer país del mundo con la mayor cantidad de fallecidos por habitante, con el agravante de que también es el primero en derrumbe de empleos y salarios. Una verdadera catástrofe que es única y exclusiva responsabilidad del gobierno.
Por ello, desde el terreno de la clase obrera denunciamos que el gobierno y sus mentores de la CONFIEP junto con todos los que le prestan apoyo, ponen en marcha una política genocida por doble partida: al mismo tiempo que nos empujan al contagio masivo y arruinan nuestras economías, no resuelven las necesidades mínimas de la emergencia sanitaria permitiendo que el covid se está cobrando demasiadas víctimas.
En todo esto hay incompetencia total del gobierno de Vizcarra, también la corrupción hace su parte medrando del Estado en la misma emergencia. Pero sobre todo lo que hay es la continuidad de un modelo económico que privilegia los negocios capitalistas sobre el bienestar de la mayoría. Este modelo que en 30 años solo fabricó riqueza en un polo y pobreza en el otro ahora simplemente nos arroja a la miseria y nos condena a morir por el virus con el único fin de asegurar las ganancias del gran capital que ha sido elevado a fin supremo.
Reducir toda la problemática a algunos jóvenes inquietos o de otros que visitan a sus abuelos, no solo es una mentira siniestra armada al estilo de los audios de Vizcarra, sino, como el conjunto de los actos del gobierno, están colocados al servicio de implementar esta política genocida.